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primera boqueada pestilente, y allí seguían ellos dos intercambiando absurdas fantasías
de motoristas.
 ¿Quieres un pitillo?  dijo la chica blandiendo un paquete delante de mis narices
hacia Jamie. Yo seguía viendo estelas de luces y colores del paquete azul después de
que ella lo guardara. Jamie debió coger un cigarrillo, aunque yo sabía que él no fumaba,
porque vi encenderse un mechero que prendió una lluvia de chispas ante mis ojos, como
un festival de fuegos artificiales. Casi podía sentir cómo se me iba derritiendo mi lóbulo
occipital. Pensé en hacerle a Jamie un comentario jocoso sobre las maravillas que podía
hacer con su altura, pero todas las líneas de conexión que salían y entraban en mi
cerebro parecían estar colapsadas con mensajes urgentes que provenían de mis tripas.
Podía sentir perfectamente un horrible revoltijo que se iba formando allá abajo, y estaba
seguro de que aquello solo podía acabar de una manera, pero no podía moverme. Estaba
bloqueado allí como un contrafuerte entre el suelo y la columna, y Jamie seguía de
chachara con la chica hablando del ruido que hace una Triumph y de las carreras
nocturnas a alta velocidad que había hecho por la carretera de la costa del lago Lornond.
 Tú qué, ¿de vacaciones?
 Si, yo y mis coleguillas.Tengo un novio, pero está currando en las plataformas
petrolíferas.
 Ah, ya.
Yo seguía respirando hondo, intentando despejarme la cabeza con oxígeno. No podía
entender a Jamie; tenía la mitad de mi tamaño, la mitad de mi peso o menos, y
bebiéramos lo que bebiéramos juntos, nunca parecía afectarle. Desde luego no iba
derramando sus pintas por el suelo a escondidas; si lo hubiera hecho me habría mojado.
Me di cuenta de que la chica se había percatado por fin de mi presencia. Me tocó en el
hombro y, poco a poco, me fui dando cuenta de que llevaba así algún tiempo.
 Hola  me dijo.
 ¿Cómo?  dije con dificultad.
 ¿Estás bien?
 Sí  le dije asintiendo lentamente, esperando que se contentara con aquello, para
inmediatamente volver la vista a un lado y hacia arriba, como si de repente hubiera
encontrado algo muy importante e interesante en el techo digno de llamar mi atención.
Jaime me dio un toque con el pie . ¿Cómo?  volví a decir, sin tratar de mirarlo.
 ¿Piensas quedarte aquí toda la noche?
 ¿Cómo?  dije . No. ¿Cómo? ¿Es que quieres marcharte? Bueno, vamos.  Me
llevé las manos hacia atrás para hallar la columna y, una vez la hube encontrado, me
impulsé hacia arriba esperando que los pies no me resbalaran en el suelo lleno de
cerveza.
 Quizá será mejor que me dejes bajar. Frank, tío  dijo Jamie dándome toques más
fuertes con el pie.Volví a girar la cabeza a un lado y hacia arriba, como si intentara mirarlo
a la cara, y asentí. Dejé que la espalda se me fuera deslizando por la columna hasta que
me quedé prácticamente en cuclillas en el suelo. La chica ayudó a Jamie a saltar. De
repente, su melena pelirroja y el cabello rubio de Jamie se veían extravagantes desde
aquel rincón del local, ahora completamente iluminado. Duncan se estaba acercando con
el cepillo y un enorme cubo, vaciando ceniceros y fregando mesas. Yo hice un esfuerzo
por levantarme y después sentí cómo Jamie y la chica me agarraban cada uno por debajo
de un brazo y me ayudaban. Estaba empezando a experimentar triple visión y a
preguntarme cómo se podía conseguir eso con solo dos ojos. No estaba seguro de si me
estaban hablando o no.
Solté «Sí», en caso de que me hubieran dicho algo, y después sentí cómo me llevaban
al aire libre por la salida de incendios. Necesitaba ir al cuarto de baño, y con cada paso
que daba me parecía que aumentaban las convulsiones de mi estómago.
Tuve esa horrible visión de mi estómago como si estuviera formado por dos
compartimentos del mismo tamaño, uno lleno de pis y el otro de cerveza, whisky, patatas
fritas, cacahuetes asados, escupitajos, mocos, bilis y uno o dos trozos de pescado con
patatas, todo ello sin digerir. A alguna parte enferma de mi cerebro se le ocurrió de
repente ponerse a pensar en huevos fritos flotando en aceite en mitad de un plato,
rodeados de beicon crujiente y rizado donde flotaban pequeños charcos de grasa, y los
alrededores del plato salpicados con manchones de grasa coagulada. Luché contra la
espantosa necesidad de vomitar que surgía de mi estómago. Intenté pensar en cosas
agradables; pero cuando me di cuenta de que me resultaba imposible pensar en ninguna,
decidí concentrarme en lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Estábamos fuera del
pub, caminando por la acera, pasando de largo el Banco, con Jamie a un lado y la chica al
otro. Era una noche fría y cubierta de nubes, y las farolas eran de sodio. Dejamos atrás el
olor del pub y traté de que el aire fresco circulara por mi cabeza. Me daba cuenta de que
iba dando ligeros tumbos, empujando de vez en cuando a Jarme o a la chica, pero no
podía hacer gran cosa para evitarlo; me sentía como uno de aquellos viejos dinosaurios,
tan enormes que necesitaban virtualmente un cerebro aparte para mover sus patas
traseras. Parecía como si yo tuviera un cerebro aparte para cada miembro, y que todos
hubieran roto relaciones diplomáticas. Avanzaba, ladeándome y tropezando, lo mejor que
podía, confiando en la suerte y en los dos que me acompañaban. La verdad es que no
confiaba mucho en ninguno de ellos; en Jamie porque era demasiado pequeño para sos-
tenerme si empezaba a desplomarme, y en la chica, porque era una chica.
Probablemente demasiado débil; y, aunque no lo fuera, no me sorprendería que dejara
que me rompiera la crisma contra la acera, porque a las mujeres les gusta ver a los
hombres indefensos.
 ¿Te carga siempre así?  dijo la chica.
 ¿Así, cómo?  dijo Jamie sin demostrarle la adecuada medida de indignación que se
merecía de entrada por aquella pregunta.
 Tú montado en sus hombros.
 Ah, no, eso es solo para que yo pueda ver mejor al grupo musical.
 Gracias a Dios que solo es eso. Pensaba que ibais juntos así al retrete.
 Oh, sí; nos metemos juntos en un cubículo y Frank lo hace en el váter mientras yo lo
hago en la cisterna.
 ¡Estás de cachondeo!
 Síii  dijo Jamie con la voz distorsionada por un mueca de complicidad.Yo iba
caminando junto a ellos lo mejor que podía, escuchando todo aquel rollo. Estaba un poco
molesto de que Jamie hubiera mencionado algo, aunque fuera de broma, en relación a mí
y a ir al váter; sabe muy bien lo sensible que soy sobre este tema. Solo una o dos veces
me ha provocado con bromas sarcásticas sobre el interesante deporte que significa ir al
baño de caballeros en el Cauldhame Arms (o en cualquier lugar, supongo) y atacar las
colillas empapadas en los urinarios con el chorro de pis.
Admito que he visto a Jamie hacerlo y me quedé bastante impresionado. El Cauldhame
Arms cuenta con unas excelentes instalaciones para tal deporte, pues tiene un inmenso
urinario que comprende una pared entera y media de la otra, con un solo desagüe. Según
Jamie, la finalidad del juego consiste en desplazar una colilla mojada desde el lugar en
que se encuentre del canalillo hasta el agujero destapado del desagüe, deshaciéndola lo
más posible en route. Puedes puntuar según el número de baldosas que superes al
mover la colilla (con puntos extra si acabas metiéndola en el desagüe y si la desplazas
desde el principio del canalillo hasta el agujero), por la magnitud de la destrucción
causada en la colilla  al parecer es muy difícil desintegrar el cono negro en el extremo
quemado y, a lo largo de la noche, por el número de colillas despachadas de ese modo.
También se puede jugar al juego de maneras más limitadas en los pequeños urinarios [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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