[ Pobierz całość w formacie PDF ]

como parece. As� que d�jelas en paz si no puede aceptarlo.
Tino miró aquellos p�lidos ojos, con aspecto de ser ciegos.
 �Y qu� sucede si puedo aceptarlo?
 Eso ya es algo a tratar entre usted y ellas.  Las chicas estaban hablando con
Nikanj. Otro ooloi fue hacia ellas, mientras continuaba esa conversación, y puso un brazo
de fuerza alrededor de cada una de ellas.
 �se es Tehkorahs  dijo Wray , mi compa�ero ooloi. Creo que �se es el modo que
tiene de mostrarse protector hacia las chicas. Y, Nikanj, �qui�n se lo iba a creer...?, se
est� mostrando impaciente.
Tino contempló con inter�s a las dos chicas y los dos ooloi. No parec�an estar
discutiendo. De hecho, hab�an dejado de hablar..., o hab�an dejado de hablar en voz alta.
Sospechaba que, de alg�n modo, a�n segu�an comunic�ndose. Siempre hab�an corrido
rumores de que los ooloi pod�an leer las mentes. �l nunca se lo hab�a cre�do, pero estaba
claro que all� estaba pasando algo.
 Una cosa  le dijo suavemente Wray : Escucheme...
Tino le miró interrogante.
 Aqu� puede hacer lo que le plazca. En tanto no le haga da�o a nadie, se puede
quedar, o irse, a su antojo; puede escoger a sus amigos, a sus amantes. Y nadie tiene
derecho a exigirle nada que usted no quiera darle.  Se volvió y se marchó, antes de que
Tino le pudiese preguntar lo que significaba esto, realmente, con referencia a los oankali.
Wray se unió a sus hijas y a Tehkorahs y los dirigió hacia el exterior. Tino se dio cuenta
de que estaba contemplando las caderas de las jóvenes. Hasta que no hubieron
desaparecido no vio que Lilith y Nikanj se hab�an acercado a �l.
 Nos gustar�a que se quedase con nosotros  le dijo Lilith . Al menos por esta
noche.
Miró al rostro sin arrugas de ella, su mata de cabello oscuro, sus pechos, ahora ocultos
bajo una simple camisa gris. Les hab�a podido dar una r�pida ojeada cuando se hab�a
puesto a dar de mamar a Akin.
Ella le tomó la mano, y �l recordó cuando hab�a tomado la de ella para examinarla.
Ten�a unas manos grandes, fuertes, llenas de callos, c�lidas y humanas. Casi de modo
inconsciente, le hab�a dado la espalda a Nikanj. �Qu� era lo que quer�a aquel ser? O,
mejor dicho, �cómo se lo montaba para conseguir lo que quer�a? �Qu� era lo que les
hac�an los ooloi, realmente, a los humanos? �Qu� querr�a aqu�l de �l? Y, �quer�a �l lo
bastante a Lilith como para llegar a descubrirlo?
Aunque, si no era para aquello, entonces, �para qu� se hab�a ido de F�nix?
Pero..., �tan r�pido? �Ahora?
 Si�ntese con nosotros  le dijo Lilith . Hablemos un poco.
Tiró de �l hacia la pared, hacia el lugar en que se hab�a colocado cuando hab�a
hablado con la gente. Se sentaron cruzando las piernas..., es decir, los dos humanos lo
hicieron, con sus cuerpos formando un apretado tri�ngulo. Tino contempló como los dos
oankali que estaban en la habitación se llevaban a los ni�os fuera. Estaba claro que Akin
y el peque�o gris que ahora lo llevaba en brazos quer�an quedarse. Eso era evidente para
Tino, a pesar de que ninguno de los dos ni�os hablaba en ingl�s. Pero el mas grandote de
los dos oankali alzó a ambos peque�os con facilidad y consiguió interesarlos en alguna
otra cosa. Los tres desaparecieron, siguiendo a los dem�s por una puerta que pareció
crecer para luego cerrarse..., del mismo modo que las puertas se hab�an cerrado, hac�a
tanto, all� en la nave. La habitación estaba ahora sellada y vac�a de todos, excepto Tino,
Lilith y Nikanj.
Tino se obligó a s� mismo a mirar a Nikanj. �ste hab�a doblado las piernas bajo su
cuerpo, del modo que lo hac�an los oankali. Muchos de sus tent�culos de cabeza estaban
dirigidos en su dirección, dando casi el aspecto de que estaban esforz�ndose en estirarse
hacia �l. Suprimió un estremecimiento..., que no era una respuesta de miedo o disgusto.
Estos sentimientos no le habr�an sorprendido, pero lo que notaba..., bueno, la verdad era
que no sab�a lo que sent�a hacia aquel ooloi.
 Era usted, �no?  preguntó s�bitamente.
 S�  admitió Nikanj . Usted es inhabitual, no s� de ning�n otro humano que haya
recordado.
 �Que haya recordado su condicionamiento?
Silencio.
 Que recuerde a su condicionador  afirmó Tino, asintiendo con la cabeza . No creo
que nadie pueda olvidar su condicionamiento. Pero..., no s� cómo lo he reconocido. Lo
conoc� hace tanto tiempo... Y, bueno no quiero ofenderlo, pero lo cierto es que no puedo
distinguir a uno de otro de entre su gente.
 S� puede. Sólo que a�n no se da cuenta de ello. Y eso tambi�n es inusitado. Algunos
humanos nunca llegan a reconocer a los individuos entre nosotros.
 �Qu� es lo que me hizo entonces?  exigió saber Tino . Nunca..., nunca, ni antes
ni despu�s, he notado algo como aquello. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • sportingbet.opx.pl
  • Podstrony